Aulas Huérfanas



“Los chicos de escuelas públicas perdieron más de dos semanas de clase”, lee un estudiante de intercambio francés en Argentina, abre la boca bien grande y se queda horrorizado por el titular. Pregunta cómo es posible y por más que le dé vueltas al asunto no le encuentra la lógica.

La anécdota es verídica y explica a la perfección el problema docente que está sufriendo la Argentina, para muchos es ilógico y poco entendible. La educación argentina debería darnos pudor a todos los ciudadanos de este país. Este tipo de artículos se debe haber escrito mil veces en los últimos nueve años en que las clases en la Provincia y varios puntos del país no arrancaron en su debido momento. Pero parece que, por el momento, seguirán siendo escritos, por lo menos, hasta que se cree una conciencia de lo valiosa que es la educación para una sociedad. Nuevamente este año, en varias escuelas del país, ya son veinte los días perdidos por paros y huelgas; millones de chicos aún no han tenido una semana entera de clases.

En crisis, así está la educación argentina. El reclamo por las paritarias todavía inmoviliza a los alumnos y llena de aulas vacías al país, pizarrones en blanco, tizas sin estrenar. Ayer, martes 11 de abril, dos días después de los incidentes por el intento de instalar la renombrada “carpa blanca”, la Confederación de Trabajadores de la Educación, anunció un nuevo paro como respuesta al desalojo de la policía y para convocar a una inmediata paritaria nacional. Hoy en día la escuela es el reflejo de una sociedad falta de valores, que ha perdido (o nunca la tuvo) la virtud del diálogo y peor aún que nunca comprendió como era una convivencia pacífica.

Si se viaja hacia atrás en el tiempo se verán siempre los mismos recortes: 23/02/06 “Peligra el inicio de clases”; 27/02/05 “El inicio de clases se atrasa una semana” y esto se repite en 2004, 2003, 2002 y por los ciclos de los ciclos. Pero hubo un momento, créalo o no, en que las cosas no eran así. No importan las diferentes opiniones que se puedan tener sobre la figura de Sarmiento, imposible negar que Domingo Faustino fue el estandarte y pilar fundamental de la educación argentina y entre el montón de sus enseñanzas que deberíamos tatuarnos en la piel hay algo que al parecer nunca comprendimos: “La educación no es una caridad sino una obligación para el Estado, un derecho y un deber a la vez para los ciudadanos”. Nos sacamos un cero en comprensión de texto: ni el estado procura una buena calidad educativa e instalaciones decentes para el estudio, ni los maestros se comprometen con brindar los reglamentarios 190 días de clases y, los sindicatos, lo único que logran con los paros es aumentar el caos social. Además, año tras año crecen los índices de deserción escolar. Como resultado final obtenemos que el sindicato que más paró en el 2017 fue el de los docentes estatales, con el 34% de las jornadas laborales individuales perdidas (Departamento de Ciencia Política de la Universidad Torcuato Di Tella)

La falla en el sistema educativo es un virus por el que toda Latinoamérica se ve contagiada, el mundo mira de reojo los resultados que arrojan los estudios sobre educación. Un claro ejemplo son los papelones que protagonizan los países de América Latina en las pruebas PISA, en las que la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), termina, año tras año dando veredictos como “la región está por debajo de los estándares globales de rendimiento escolar” o “entre las naciones que aparecen en el informe, Perú, Colombia, Brasil y Argentina se encuentran entre las diez cuyos estudiantes tienen un nivel más bajo en áreas como las matemáticas, la ciencia y la lectura.” Si bien Argentina supera en el ranking a todos los países latinoamericanos nombrados con anterioridad, se encuentra por debajo del límite establecido por la OCDE. El desorden educativo se extiende al desorden social, en países tan subdesarrollados nunca se logró dar el debido peso a la educación y así se propagaron años de retroceso o estancamiento político y económico. “Todos los problemas son problemas de educación”, otra frase del educador Sarmiento que deberíamos tatuarnos, porque si bien tiene 150 años no habría porque olvidarla.

Sin embargo, lejos estamos de tener en cuenta la premisa porque las estadísticas muestran que el rezago educativo nacional es crítico: en la Secundaria, apenas algo más del 40% se gradúa dentro de los plazos establecidos; la sobreedad en el cursado muestra oscilaciones en torno del 40%; la mitad de la población económicamente activa no tiene la Secundaria terminada; el índice de repitencia en el nivel secundario de gestión estatal es del 11 %; el índice de abandono en la Educación Secundaria Estatal es del 20 %. La educación pública quedo totalmente rezagada y en cada aspecto del estudio la educación privada toma la delantera: El porcentaje de abandono en la primaria es del 10 %, y es cinco veces más alto en el sector estatal que en el sector privado, donde apenas llega al 2%, el índice de abandono en la Educación Secundaria Privada es de 13 % y el de repitencia de 5 %.

Entre los resultados más dramáticos de el estudio Aprender 2016 surge que el 46 % de los alumnos de 5° y 6° año del secundario no comprende un texto básico, mientras que el 70 % no puede resolver problemas matemáticos muy sencillos. En el área de Naturales, el 36 % tuvo el rendimiento más bajo, mientras que en Sociales fue del 41 %. Y se podría seguir con muchísimas cifras aterradoras… (Actualización de datos estadísticos sobre la escolarización en Argentina 2016 y Evaluación Aprender 2016).

Fue después de estos mismos resultados que el presidente Macri dijo una desacertada frase: “esto marca un problema de fondo, la terrible inequidad entre aquel que puede ir a una escuela privada versus aquel que tiene que caer en la escuela pública”. Lo desafortunado fue el verbo caer, y fue por lo que muchos se escandalizaron. Es cierto, no es correcto que esas palabras salgan de la boca del Presidente. Algo que la mayoría piensa pero está prohibido decir.

Los problemas en las instalaciones, falta de maestros, complicaciones para llegar a clases, días perdidos por huelgas ensanchan la grieta que hay entre las instituciones privadas y públicas; hasta tal punto, que se ve como una desventaja social graduarse en una escuela pública. En sus orígenes la educación estatal, gratuita y obligatoria tenía un principio igualador hoy, muchas veces, solo cumple el papel de alfabetizadora de los sectores con bajos recursos que no pueden acceder a las escuelas privadas. Hace poco más de cien años se instituyó el uso de guardapolvos blancos como símbolo de la educación pública para evitar visibles diferencias en la vestimenta de los chicos, y otra vez aparece el concepto de igualdad que al día de hoy quedo pisoteado y desdeñado porque usar un guardapolvo blanco puede ser sinónimo de educación de mala calidad, inferior o desestabilizada.

Para restituir la calidad y fundamentalmente evitar esa grieta entre educación pública y privada, es necesario dejar de tomar a la educación como un objeto político capaz de otorgar poder a la persona o sindicato que se entronice como amo y señor que decide cuando abrirán sus puertas las escuelas, porque eso solo contribuye a la decadencia. La educación debe dejar de ser un tire y afloje entre los docentes y el gobierno de turno. Nadie se hace cargo del sistema educativo, todos están muy ocupados echándole la culpa al rival, mientras que las aulas quedan sin ningún claro referente ni saben a quien responder. La educación debería ser una política de estado que vaya más allá de los gobiernos, sostenida en el tiempo donde todos asuman con responsabilidad la importancia que tiene la educación en el ámbito económico y social; así también para lograr la tan cacareada unión argentina.

Perdónanos Domingo, Padre del aula, lo hemos defraudado dejamos huérfanas a sus hijas.

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